El Teide, pico más alto de España y de cualquier tierra emergida del Atlántico, es uno de los más importantes símbolos naturales del archipiélago canario ya desde la época de los guanches, que la consideraban una montaña sagrada, morada del diablo.
Parte del Parque Nacional que lleva su nombre, de los más visitados del mundo, y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en invierno, cubierto de blanco, es el lienzo ideal para que el sol refleje los distintos colores con los que se viste a lo largo del día.
Fotógrafo: Saúl Santos
