La isla de Gran Canaria termina al sur de manera inesperada: un desierto de arena dorada, declarado Reserva Natural Especial, da paso al océano y forma una playa kilométrica que acoge, durante todo el año, a canarios y turistas afortunados que disfrutan de baños atlánticos arropados por cordilleras de dunas.
Al atardecer hasta el cielo quiere asemejarse al espectáculo que vislumbra en Maspalomas y las nubes cambian de color, se tornan rubias.